Palabras como pañuelo, elevado y mecido por el viento en señal de despedida.
Hoy falleció María del Rosario Severino de Costa. “Chiche”.
Dirigente sindical, legisladora provincial (1987-1991) e intendenta municipal (1991-1995); reconocía inspiración en Eva Perón.
Bariloche Semanal le rinde homenaje compartiendo una entrevista realizada el 5 de julio de 2005. Texto que integra el libro Hombres y Mujeres de Bariloche (2008).
“Chiche” Costa
Nací en Buenos Aires el 4 de julio de 1938 en el barrio de Palermo. Ahí viví hasta los 22 años, cuando me casé y fui a vivir a San Juan y Maza. Cuando era estudiante secundaria era militante de la UES –Unión de Estudiantes Secundarios-, después estudié Ciencias Económicas.
Delegada del curso, terminé la escuela en el año 55. Eran tiempos difíciles, me expulsaron del secundario por esa representación y mi papá tuvo que ir a hablar porque era el último año. No fue más duro porque la mía no era una militancia tan comprometida.
En el año 51 la conocí a Evita (Duarte de Perón). Fue quien me marcó definitivamente. Era muy fuerte estar a su lado, esa rebeldía que ella sentía por la injusticia se percibía en sus gestos, en su forma de hablar, en el apasionamiento con que vivía la vida. Como apurada, como si supiera que no iba a tener mucho tiempo y quería hacer muchas cosas en poco tiempo. La fuerza de esa mujer me comprometió con el que sigue siendo el proyecto político de mi vida.
Nosotros éramos de una familia muy humilde, yo nunca había tenido una muñeca, tenía un trapo al que uno le hace las dos puntas como un caramelo. Siendo chica todavía, no en la escuela secundaria, había escrito una carta a la Fundación Eva Perón y alguien me trajo a mi casa la muñeca más linda que hubiera podido imaginarme. Son esas cosas que a uno lo marcan mucho, tenía un sueño, alguien escuchó que lo tenía y lo hizo realidad.
Conocimos las primeras vacaciones con los planes sociales de Perón -nunca habíamos salido de vacaciones-, el aguinaldo. Cosas que a los que éramos muy pobres nos tocaban muy fuerte. Mi padre era Juan Severino y mi madre Sara Janin, él hijo de italianos y ella de polacos.
Después, a raíz de haber sentido y recibido eso empecé en la UES como delegada.
Cuando (Carlos) Menem me recibe por primera vez como intendenta –antes había preparado carpetas con proyectos que a mi juicio y el de mi marido, que fue quien siempre me acompañó en todo esto, eran importantes para la ciudad-, cuando entré a la casa de Olivos sentí algo muy fuerte. Era la misma casa a la que había entrado siendo adolescente, donde había conocido a Evita y ahora, como intendenta de mi pueblo, iba a entrevistarme con el presidente de la Nación. Los dos momentos como que se juntaron. No podía hablar. Me acuerdo que había hecho un machete para decir todo lo que tenía que pedir. Como de costumbre, mi cartera era un desastre y no encontré el papel. Recuerdo que me senté a una mesa que me resultó larguísima, con muchas sillas.
El presidente se sentó a mi lado y me quedé callada. Lo único que le dije fue: no me puede pasar esto después de haber ensayado toda la noche.
Me importó mucho conseguir cosas para Bariloche, siempre me importó eso. Nación era el puente porque vía provincia no podía conseguirlo y evidentemente no conseguí nada de la provincia. A través de Nación sí.
Había pasado el tiempo y vivía una misma situación. Dos momentos que estaban vinculados que también me dieron noción de mi coherencia y me sentí bien por eso.
A la UES se la vilipendió, se la difamó, se decía que (Juan Domingo) Perón estaba con las chicas. Se habían habilitado clubes para que los chicos de secundario pudieran hacer gimnasia, yo jamás podría haber pagado un club. Algunas veces íbamos a Olivos pero en realidad hablábamos con Evita, incluso nosotros pedíamos esas visitas. Era una forma de ir conociendo esa doctrina con la que uno se comprometía.
Nunca nos obligaron, no viví nunca una obligación, nunca una situación que me hiciera sentir incómoda o violentara mi calidad de niña, todo lo contrario se me fueron abriendo puertas a las que no hubiera tenido acceso si no hubiera participado de eso.
Organizábamos charlas, era una época muy activa en la que las unidades básicas eran casas para todos los afiliados. Las mujeres tenían sus máquinas de coser y ahí se arreglaba ropa, había gente que prestaba apoyo escolar. Era la casa a la que uno iba ante cualquier dificultad fuera de salud, económica o de estudio. Era el lugar en que uno estaba con sus hermanos ideológicos y donde recibía las cosas a las que de otra manera no tenía acceso. Desbordaban de gente, a veces no entrábamos. Había una mística tan fuerte de participar y de estar ahí.
En ese momento Eva fundaba la Ciudad Evita. Eran cosas impensadas, que alguien pensara que los chicos podíamos necesitar ese tipo de cosas.
El peronismo me marcó desde muy chica desde dos puntos: desde la rebeldía contra las injusticias, que fue una de las cosas que me caracterizó medio como lo de Evita, y darles a los que menos tienen.
Mi padre era empleado, era peronista. Mi madre supongo que también lo era pero era miedosa más que nada. Como yo era muy decidida tenía miedo por mí. Siempre le di miedo. De grande me acuerdo que ya en Río Negro estaba en un acto como secretaria gremial de la CGT de la provincia. Vino (Raúl) Alfonsín. Se había cerrado una de las fábricas de El Valle y hablé en nombre de la central. El diario Río Negro publicó exactamente lo que había dicho dirigiéndome al presidente: usted prometió que las persianas de las fábricas se iban a abrir y acá se cerraron. En Buenos Aires una amiga llamó a mi mamá para contarle y entonces me llamó y me pidió que me quedara tranquila. Esto es un poco anecdótico y representativo de lo que fue (mi actividad) para ella. Tuvo miedo conmigo. Había podido ir nada más que hasta tercer grado, era ama de casa, una persona muy inteligente, le gustaba leer mucho. Creo que hubiera sido una doctora excelente porque leía sobre medicina, hizo un curso de enfermera. Cuando uno tenía algo, ella sabía qué era. Pero no era curandera, había leído sobre el tema.
Ellos fueron muy respetuosos conmigo. Tengo una hermana cinco años menor. Carmen María, distinta, con otros objetivos, nunca se interesó por la política pero a mí me dejaron siempre en libertad. Con las recomendaciones lógicas pero no puedo decir que haya dejado de hacer algo porque ellos me lo hubieran impedido. Me respetaron siempre. Mi papá estaba muy orgulloso de mí. Siempre decía que yo iba a ser abogada (aunque) a mi ni remotamente me gustaba. Ciencias Económicas tampoco me gustaba, yo quería enseñar pero en ese tiempo para estudiar Matemática, que era lo que me gustaba, no se podía trabajar porque el profesorado se cursaba un día de mañana y otro de tarde.
Como a los 17 años empecé a trabajar, estudié Ciencias Económicas porque en mi imaginación eso me iba a permitir enseñar matemáticas en las escuelas pero no era la carrera que me gustaba. Tan es así que cuando me puse de novia la dejé. Empecé a trabajar y juntar plata para poder casarme.
Trabajé seis años ad honorem en el Instituto de Rehabilitación del Lisiado, los chiquitos con problemas motrices impactaron mucho en mi vida. Sin ser psicóloga ni nada, guiada por la intuición, porque no había mucha gente que trabajara en eso y los voluntarios eran aceptados todos. Lo hacía con mucho amor, dos veces por semana y sábado y domingo. Me costaba porque trabajaba en una oficina, estudiaba… Es un recuerdo muy dulce en mi vida, chicos que no hablaban y después lo lograban. En la vida todo vuelve, tarde o temprano uno recibe lo que hizo.
A través de mi vida, en los cargos que tuve, siempre pensé bueno Dios mío esto que hago por alguien devolvéselo a mis hijos si lo precisan. Y la vida fue muy generosa conmigo. Me dio una familia feliz, con todas las dificultades propias de vivir pero con un compañero con el que estuve treinta y siete años. Siento su ausencia como el primer día. Todas esas cosas hacen que cuando uno piensa en su vida concluya que fue buena y tuvo lo que muchos no tienen que es la posibilidad de hacer cosas que a uno le gustan.
Cuando terminé el secundario y estaba trabajando puse un negocio en la Galería del Plata, en la calle Entre Ríos al 1000. No tenía instinto para los negocios para nada. Lo puse con dos amigos, una cuadra más allá o más acá era barrio. Se corrió la bolilla de que si me lloraban un poco yo rebajaba. Comercialmente fui un desastre.
A Guillermo (Costa) lo conocí porque con su hermano y primos tenían un negocio de decoración. Estudió arquitectura estando casado.
Esa fue otra parte de nuestra historia bastante sacrificada porque él había estudiado en las escuelas técnicas de Perón y le faltaba una materia del secundario que irónicamente era Obras Públicas y después, durante muchos años, fue director de Obras Públicas de la municipalidad.
Empecé a decirle: da la materia. Su papá falleció cuando él tenía 15 años y con su hermano cuatro años mayor empezaron a salir y a dejar todo lo encaminado. Nos casamos en el 63, en el 65 nació Gabriela y a los dos años y medio Juan Eduardo. En ese tiempo termina el secundario y tenía que dar seis materias de equivalencia. Como preparaba alumnos en mi casa y tenía material disponible le dije: yo te los voy a preparar a la noche, vas a tener los programas armados. Y así fue. Se los grababa en una cinta y así dio las seis materias y terminó el secundario.
Me faltaban unos meses para que naciera Juan Eduardo y me dijo que siempre había querido estudiar arquitectura, estaba arrepentido de haber largado todo. Le dije: bueno, probá. Mi madre y mi suegra se pusieron como locas, Guillermo era muy tesonero, de fijarse una meta y no parar hasta cumplirla. Le dije que empezara y llegara hasta donde pudiera. Era la carrera más cara, el 70 por ciento de lo que ganaba él era para la carrera y tenía que arreglarme con el treinta restante, así durante casi seis años. No había sábado ni domingo, si se me enfermaba un chico yo corría sola al médico. Fue una cosa nuestra y una de esas cosas que nos fueron estableciendo más como pareja.
La familia en Bariloche
Decidimos venirnos en el 76. Llegamos a Bariloche el 17 de enero del 77, él venía con trabajo en una empresa constructora como encargado. No teníamos casa y en esa época no había mucho para alquilar. La obra que hacía Guillermo estaba justo al lado de la casa de Paco Sanz en la calle Ñilpi, fue él quien nos alquiló una.
En Buenos Aires teníamos un departamento en Avellaneda, para venirnos lo cerramos con todo adentro, subimos al Citroën la ropa y las cosas del colegio de los chicos. Primero estuvimos en una casa en Melipal, en Lonquimay y Amancay.
La señora que nos alquiló nos dijo que no hacía contratos porque la palabra vale y la verdad es que para nosotros la palabra valía pero ese año en julio hubo mucha demanda y a la señora se le olvidó la palabra y nos pidió la casa. Fuimos a vivir a lo de Paco hasta que nos vinimos al barrio Jardín Botánico. Fuimos los pioneros del barrio, compramos el terreno en el 78 y en marzo de 1979 vinimos a nuestra casa en la calle Las Violetas que fue la única durante un año. Tan es así que no tenía plata para las cortinas del dormitorio de abajo y dormíamos sin cortinas porque no pasaba nadie. Al año vino el doctor Chamizo a vivir al lado y, a los pocos meses, enfrente, el oculista, el doctor González. Era una risa porque toda la densidad poblacional del barrio estaba ahí.
Después, cuando los chicos fueron a estudiar vendimos la casa. La idea de Guillermo era hacer una casa, venderla y construir otra. Hicimos ésta con la idea de venderla y no me quise ir, tal vez se frustró con eso. Después hicimos el quinchito que quedó más grande que la casa, ahí viven mi hija y mi nieto.
Mi hijo se había ido diez años a Buenos Aires y volvió por el sobrino. Estoy re contenta con eso. Mi hijo es sociólogo y ella bióloga.
Intendenta y legisladora
Cuando llegué a esta ciudad había jurado y perjurado que nadie iba a saber qué pensaba yo porque mi cuñado es un desaparecido.
Un poco por miedo (quise) irme de Buenos Aires y sin embargo cuando vino (Adolfo) Pérez Esquivel fui a la Iglesia Catedral donde nos sacaron fotos a cada uno de los que estábamos ahí. Al poco tiempo comencé a reunirme con gente de distintos partidos políticos para ver cuándo volvería la democracia.
Empecé a trabajar con gremialistas. El Sindicato de Obreros y Empleados Municipales había sido disuelto por la dictadura, Germán González, que era el subsecretario general, había sido expulsado, prescindido por razones gremiales y políticas. Comencé desde adentro a armar el gremio, iba a Viedma sin plata, me quedaba en la plaza frente a la Casa de Gobierno. Llegaba con el micro de la empresa Mercedes, a veces me recibían, a veces no, y volvía a la noche con el mismo micro.
Sin embargo, ese trabajo significó que los catorce prescindidos de la municipalidad de Bariloche fueran los primeros del país en ser reincorporados. Ahí volvió a entrar Germán González y otros compañeros.
Empecé en la CGT Andina y CGT de la provincia donde fui la primera mujer con cargo institucional. Fui secretaria gremial de la CGT de la provincia y cuando hubo elecciones para legisladores en 1987 el Partido Justicialista da al movimiento obrero dos lugares. Se hace un congreso, creo que uno de los más grandes a los que asistí, y ahí me eligieron a mí y otro compañero de Viales –él no llegó a entrar-.
Éramos doce legisladores y yo la única mujer. Esto fue entre 1987 y 1991. Después de eso pensaba volver a Catastro donde había llegado con la categoría más baja de empleada administrativa y había logrado ascender hasta jefa. Mi vida no había cambiado, seguía yendo al sindicato. No era un problema haber sido legisladora y volver a trabajar.
Justo cuando se vence el plazo para presentar las listas de las internas para la intendencia vinieron compañeros de Bariloche a decirme que tenía que presentarme. Era difícil porque no tenía a Guillermo al lado y ninguna de esas decisiones las tomaba sola, incluía a la familia. Media hora antes de que se cerrara el plazo me dijo que aceptara y a las 12 menos cinco presenté la lista para la interna. En Viedma terminaba en diciembre pero la interna fue el 11 de mayo, éramos como seis listas. Gané la interna y en agosto fue la elección general en el 91. Estuve como legisladora hasta el 7 de diciembre y el 8 juramos acá.
Fue mi debut protocolar porque era el Día de la Policía. El juramento me lo tomó César Miguel como presidente del Concejo. (Edgardo) Gagliardi se fue. Era él quien tenía que pasar revista pero no estaba, entonces el jefe de policía me dijo: usted camina a mi lado y repite lo que digo. Bueno, mi hija me dice que parecía un boy scout caminando, en un momento él saluda y creo escuchar “promoción” ocho de diciembre, buenos días. Yo pensaba: de qué se estarán recibiendo estos…
El protocolo cuesta, cuando la Vª Cumbre de Presidentes debía tener en cuenta qué decir y qué no. Algunas que no podía, las hice igual conscientemente.
En el 91 asumí la intendencia y puse el alma en eso. Tuve una ayuda impresionante de mi marido. Me fui muy dolida por ser objeto de una cosa interna muy fea y pensé que no se había valorado todo lo que había puesto que sentía que era mi alma. Iba a las 8 de la mañana y eran las 11 de la noche y estaba ahí. Decía que quería irme porque lo decidía no por descarte de nadie y seguir caminando por la calle y mirar a la gente. Las dos se me dieron de tal forma que hoy en día, a diez años de haberme ido, me preguntan cuándo vuelvo. No quiero parecer poco humilde pero es una gratificación moral muy importante. Un día hubo una manifestación de trescientas personas en mi casa. Traían una carpeta con tres mil firmas pidiéndome que volviera y esas cosas me demuestran que no todo estuvo bien pero tampoco todo mal.
En política hay distintas motivaciones. Algunas por búsqueda de poder en sí mismo y eso nunca me interesó porque aprendí con Evita que la política es un camino para mejorar la vida de la gente y esa es la parte que me importa.
Hay momentos en que me dan ganas de volver, otros que no. Creo que el municipio está muy venido abajo, que hay que levantar muchas cosas. Sobre todo mística en la gente, en los trabajadores. Hubo un tiempo que estaban orgullosos de serlo, ahora no.
Durante el período en que fui intendenta no tenía plata, ahora tienen. (Horacio) Masaccessi me dejó doce meses sin coparticipación y las cosas que teníamos provenían de Nación. El plan de Madres Cuidadoras fue creación mía, después fue adoptado en Nación. Reconocieron mi autoría durante el primer Congreso Nacional de Madres Cuidadoras que se hizo acá con la asistencia de Eduardo Amadeo.
Hay momentos en los que quisiera volver por el desafío que representa comprobar si esto puede estar mejor ¿por qué no? Pero estoy tan bien ahora… Estoy realizando cosas que me gustan que no había podido hacer antes y tendría que renunciar a esto porque no se pueden tomar las cosas a medias.
En general lo que hay que hacer es dar trabajo aunque tampoco hay que desoír lo que la gente quiere. Los Planes Intensivos de Trabajo no convencían pero eran una solución para muchas familias. Hay que (crear planes) con criterio de trabajo, fijar tareas y vigilar que se cumplan con un salario dignificante, no (otorgar) subsidio por desocupación.
De (Carlos) Menem rescato todo lo que recibí para Bariloche. Ese era mi objetivo. Durante mi gobierno no fueron efectivizadas veinticuatro coparticipaciones, porque eran pagos quincenales, pero tuve las puertas abiertas en Nación. Hicimos el gimnasio número 1, después el 2, siempre fui con proyectos no sólo palabras. No especulamos con dejar todo roto al que viene. Durante la Cumbre Iberoamericana se hizo el arreglo de la ruta y trabajó la gente de Bariloche. Hicimos muchas obras. Entre ellas, tomamos la decisión de empezar la planta depuradora.
Tomé la administración de la municipalidad como si fuera mi casa. Eran importantes los sueldos, de manera que cuando me fui en diciembre los empleados cobraron noviembre y aguinaldo. Para mí hubiera sido terrible, con mi origen gremial, no cumplir con los trabajadores. Primero pagaba los sueldos el 12 o 13 con recursos propios y el resto iba a obra pública. Esto sin tener apoyo.
Nunca se me ocurrió disminuir a nadie, nunca me creí superior a nadie, creo que eso es de mediocres. Por suerte borro todo lo malo, no tengo resentimientos. Antes los guardaba pero aprendí.
La decisión del intendente Alberto Icare de trasladar a los habitantes de La Barda del Ñireco al barrio Las Victorias es totalmente equivocada. No tiene facultades porque hay reservas por ley desde lo formal. Esas tierras son espacios comunes de los que todos los propietarios del barrio son dueños. No la empresa, sino cada uno de los que compró su lote tiene parte de derecho. Lo establece un código y la ley desde el momento que se registra el plano. Es totalmente equivocada desde todo punto de vista. (Días después de esta entrevista el intendente dio marcha atrás con esa decisión)
La Barda era la gran obsesión de mi marido. Trasladamos el barrio 34 Hectáreas, el barrio Unión no se terminó pero hicimos la parte de la tierra, mensura, agua y luz. La segunda etapa era la construcción de casas, no el traslado de taperas sino la construcción de casas como merecen los vecinos.
Hay que tener cuidado cuando el trabajador está quebrado, que no le importa nada. En un momento les pedí ayuda y la tuve. Cuando a la gente no le importa ya es difícil de levantar. Veo el desánimo en los municipales, como que da lo mismo, y no debería ser así. Nadie a quien “le da lo mismo” puede hacer bien su trabajo.
NdR: la foto que acompaña la nota fue suministrada por “Chiche” Costa (en el registro junto a su esposo Guillermo) para su publicación en el libro de referencia.