Nací en Sevilla, una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de las Dueñas, sito en la calle del mismo nombre.
Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, adonde mis padres se trasladaron, y me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza. A sus maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud. Mi adolescencia y mi juventud son madrileñas. He viajado algo por Francia y por España. En 1907 obtuve cátedra de Lengua francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé: allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza donde hoy resido. Mis aficiones son pasear y leer. (Antonio Machado, 1917)
Manuel Alvar, catedrático de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia, inicia su edición de las Poesías Completas de Antonio Machado (Espasa Calpe, 1994) con palabras de Juan de Mairena, personaje creado por el gran poeta español. “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Es, considera Alvar, lo que Machado “practicaba en el dulce y doloroso ejercicio de vivir. Pocas veces al tener un libro entre las manos se cumplirán mejor los deseos de Walt Whitman: en nuestros dedos no descansan unas hojas, sino que tiembla un hombre”.
Y este hombre, al decir de Manuel Alvar, “pasó doloridamente por la vida dejándonos unas cuantas palabras verdaderas. Son sus versos, desasidos y desnudos, como una tristeza que caminara. Pero también, nos dejó en ellos fe y esperanza. No serían si no palabras de un hombre bueno”.
Rara vez, concluye, “las palabras han significado más directamente aquello que querían significar. Las palabras en carne viva, sin lienzos que la puedan ocultar”.
Y para comprobarlo basta adentrarse en el profundamente melancólico mundo del poeta nacido un 26 de julio que no ahorró palabras plenas de sentimientos para describir a su tierra amada. Como anticipándose al doloroso destierro al que fue empujado en enero de 1939 cuando compartió caravana con su madre, Ana Ruiz, dirigiéndose a la francesa Collioure.
Mediante Juan de Mairena había escrito: “otro acontecimiento, también importante, de mi vida es anterior a mi nacimiento. Y fue que unos delfines, equivocando el camino y a favor de marea, se habían adentrado por el Guadalquivir, llegando hasta Sevilla. De toda la ciudad acudió mucha gente, atraída por el insólito espectáculo, a la orilla del río, damitas y galanes, entre ellos los que fueron mis padres, que allí se vieron por vez primera. Fue una tarde de sol, que yo he creído o he soñado recordar alguna vez”.
Tras esta referencia, Manuel Alvar expresa que “entre aquel jubiloso salto de delfines y este mar gris de febrero había vivido un grandísimo poeta. (…) El último verso del poeta solo, aislado, reza simplemente: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Volvía el tiempo, el gran tema de Machado, pero buscando premoniciones en sus versos -¿cuántas veces se recordó el Autorretrato?-, la tarde del 22 de febrero había sido entrevista, y, fatal, se había cumplido.
“(Y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera, XXI)”
Poeta de mirada empañada desde aquel 1 de agosto de 1912 cuando debió despedir a su esposa Leonor Izquierdo, Antonio Machado no alcanzó a recibir aquella carta enviada por la Universidad de Cambridge que le ofrecía un puesto en su rectorado.
El diario El País publicó el 20 de febrero de 2011 una nota de Tereixa Constenla: Antonio Machado sube al altar.
La enviada especial a Collioure describe que un buzón instalado en 1983 junto a la tumba del poeta recepta miles de cartas de admiradores. Las investigadoras Carmen Serrano y Guadalupe Adámez catalogaron casi dos mil seiscientos documentos, entonces el Ayuntamiento de Colliure firmó un convenio con la Universidad de Alcalá de Henares y la Fundación Antonio Machado para crear el archivo Palabra en el tiempo, con los escritos acumulados.
En el archivo se conservan la documentación relacionada con el funcionamiento interno de la Fundación Antonio Machado de Collioure (FAM), las obras literarias que participan en el Prix International de Littérature Antonio Machado y en el Prix d´écriture des Lycéens que convoca anualmente, y los documentos que integran el fondo “Palabras en el tiempo”.
Este fondo recoge los escritos depositados sobre la tumba del poeta Antonio Machado Ruiz en el Cementerio de Collioure desde la década de los años 80 en adelante, así como en el interior del buzón. Está compuesto por documentación heterogénea en cuanto a su contenido y materialidad, dividiéndose en las siguientes series: “Mensajes”, “Cartas”, “Poesías y Textos literarios”, “Escritos escolares”, “Dibujos” y “Miscelánea”.
Los objetivos de este archivo coinciden con los de la Fundación que le da nombre, siendo éstos la recuperación de la figura y obra de Antonio Machado y el homenaje y reconocimiento del poeta, considerado como símbolo del exilio del pueblo español. (Enlace adjunto)
Al cementerio –expresa Tereixa Constenla- acuden diplomáticos, conserjes, niños, ancianos, amantes, solitarios, profesores… La escritura y las tarjetas de visita delatan que hay peregrinos de toda condición. Algunos son conscientes de la extravagancia. «Es un poco absurdo escribirte porque tú no nos vas a poder leer», anotó alguien en junio de 1992. Otros creen en el más allá: «Un besito para ti y otro para mi abuelita. Recuerdos a todos y ayúdanos a vivir y morir». Le piden amparo para todo: aprobar oposiciones, tener suerte, ser poetas, encontrar amores. Le dejan tarjetas de visita, como hizo el escritor Manuel Vicent en el verano de 2003. Le agradecen sus versos, su romanticismo, su compromiso republicano y su integridad.
«Tus recuerdos de infancia son un patio en la ciudad de Sevilla; tus poemas son los recuerdos de mi infancia», parafraseó María Luisa el 27 agosto de 2010. Le anotan direcciones, teléfonos y, últimamente, correos electrónicos. Le escriben para darle recados, como hizo Jacqueline: «Este invierno, Paco Ibáñez vino a cantar a Angers. Cantó uno de tus poemas y dijo: ‘Si van a la tumba de Antonio, díganle que Paco le cantó’. Ya está dicho». O para decirle lo que no pudieron, como su amigo V. B.: «Querido e inolvidable Antonio: A principios de 1937, nos vimos por última vez en Madrid y me pediste una copia de esta poesía. ¡Ninguno de los dos podíamos imaginarnos el trágico fin de nuestra ‘justa guerra’ y lo que sería el camino de cruz que nos esperaba. Por primera vez he pasado cinco días en Collioure y al depositar un ramo de flores en tu tumba dejo la poesía que me pediste».
Hay cartas enviadas por correo y también mensajes escritos sobre cualquier soporte (piedras, libros, servilletas, recibos, kleenex, partituras, folletos, facturas, entradas, papel higiénico, hojas secas o papel de fumar). En su última recogida, Soledad Arcas, encargada del buzón de Machado, encontró el guante de una masona. Le han dejado tierra y hojas de un olmo de Soria.
Soledad Arcas y Joelle Santa-García comparten rasgos: ambas son hijas de emigrantes españoles, profesoras de español en liceos de Perpiñán y apasionadas machadianas. Su última contribución a la memoria del poeta es la creación de un premio juvenil para incentivar a sus estudiantes a conocerlo. Los profesores, a ambos lados de los Pirineos, son vitales para avivar la memoria del autor de Campos de Castilla. María José Vicente lleva 16 años llevando a sus alumnos del instituto Campclar, de Tarragona, a la tumba de Machado. El viaje es la culminación de un vehemente trabajo pedagógico. Esta semana regresó. Los alumnos se desplegaron en semicírculo y recitaron versos ante la tumba del poeta que nunca persiguió «dejar en la memoria de los hombres mi canción». (Diario El País)
Pienso en España, vendida toda
de río a río, de monte a monte, de mar a mar.
Toda vendida a la codicia extranjera: el suelo y el cielo y el subsuelo. Vendida toda por lo que pudiéramos llamar –perdonadme lo paradójico de la expresión- la trágica frivolidad de nuestros reaccionarios. Y es que en verdad, el precio de las grandes traiciones suele ser insignificante en proporción a cuanto se arriesga para realizarlas, y a los terribles males que se siguen de ella, y sus motivos no son menos insignificantes y mezquinos, aunque siempre turbios e inconfesables. Si os preguntáis: aparte de los treinta dineros, ¿por qué vendió Judas al Cristo? Os veríais en grave aprieto para responderos.
Yo he leído los cuatro evangelios canónicos para hallar una respuesta categórica a esta pregunta. No la he encontrado. Pero la hipótesis más plausible sería esta: entre los doce apóstoles que acompañaban a Jesús, era Judas el único mentecato.
En el análisis psicológico de las grandes tradiciones encontrareis siempre la trágica mentecatez del Iscariote. Si preguntáis ahora, ¿por qué esos militares rebeldes volvieron contra el pueblo las mismas armas que el pueblo había puesto en sus manos para la defensa de la nación? ¿Por qué, no contentos con esto, abrieron las fronteras y los puertos de España a los anhelos imperialistas de las potencias extranjeras? Yo os contestaría: en primer lugar, por los treinta dineros de Judas, quiero decir por las míseras ventajas que obtendrían ellos, los pobres traidores a España, en el caso de una plena victoria de las armas de Italia y Alemania en nuestro suelo.
En segundo lugar, por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide nunca las consecuencias de sus actos.
Ellos se rebelaron contra el gobierno de los hombres honrados, atentos a las aspiraciones más justas del pueblo, cuya voluntad legítimamente representaban.
¿Cuál era el gran delito de este gobierno lleno de respeto, de mesura y de tolerancia? Gobernar en un sentido de porvenir, que es el sentido esencial de la historia. Para derribar a este gobierno, que ni había atropellado ningún derecho ni olvidado ninguno de los deberes, decidieron vender a España entera a la reacción europea. Por fortuna, la venta se ha realizado en falso, como siempre que el vendedor no dispone de la mercadería que ofrece.
Porque a España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores. (Antonio Machado, Valencia, abril de 1937)
Fuentes:
-Antonio Machado, Poesías Completas. Edición de Manuel Alvar. Compañía Editora Espasa Calpe Argentina, 1994.
-Antonio Machado, Poesías. Editorial Losada, Buenos Aires, 1979.
Antonio Machado sube al altar, diario El País
http://elpais.com/diario/2011/02/20/cultura/1298156401_850215.html
Archivo Palabra en el Tiempo:
(http://www.redaiep.es/index.php?option=com_content&task=view&id=96&Itemid=32)