Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán en 1810, falleció en Nueilly-Sur-Seine (Francia) en 1884. Fue jurista, escritor, político, músico e inspirador de la Constitución Nacional. Uno de los más grandes pensadores del siglo XIX.
Con 14 años llegó a Buenos Aires e ingresó en el Colegio de Ciencias Morales. En 1831 comenzó la carrera de Leyes en la Universidad de Buenos Aires y al año siguiente escribió su primer libro: «El espíritu de la música». En 1835 se incorpora al grupo de intelectuales del Salón literario; dos años después, Alberdi publicó una de sus obras más importantes «Fragmento Preliminar al estudio del Derecho», donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones.
Perseguido por el rosismo, llegó a Montevideo en noviembre de 1838 y hacia 1843 se radicaría durante diecisiete años en Chile. Inspirado por el triunfo de Urquiza sobre Rosas en Caseros, escribió en pocas semanas su obra mayor: «Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina». Se lo envió a Urquiza, y éste le otorgó un cargo diplomático en Europa. En 1858, se entrevistó en España con la reina Isabel II quien reconoció a la Confederación.
Con la victoria de Mitre sobre Urquiza en Pavón, Alberdi fue despedido. Se opuso a la guerra del Paraguay y acusó a Mitre de llevar adelante una «Guerra de la Triple Infamia». Fue reconsiderado en 1879 por Roca y elegido diputado, pero luego el Senado le negó la embajada en Francia. Alberdi partió para ese país y murió, solo, en 1884.
La reseña fue publicada por la Revista Ñ del diario Clarín el 4 de setiembre de 2010 como anexo al Prólogo que escribiera Natalio Botana para la reedición de «Bases y punto de partida…», de Juan Bautista Alberdi (Buenos Aires Ciudad-Emecé, 2010).
Botana fue nombrado académico de número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas el 11 de julio de 1984. Es a propósito de cumplirse los ciento cincuenta años de la aparición de las “Bases…” que esa academia publicara en octubre de 2002 un libro que incluye los facsímiles de las portadas de la primera y segunda ediciones de Valparaíso, tercera edición de Buenos Aires y la quinta edición de Besanzón, así como los respectivos prefacios y advertencias respetándose en cada caso la propia tipografía. La introducción e investigación bibliográfica corresponde a Jorge Aja Espil.
“Las Bases…” es considerado testimonio de la doctrina alberdiana de la libertad y se la ubica en la cima de la bibliografía como modelo político. Dice Jorge Aja Espil en la Introducción a la reedición de 2002 que “leer las Bases es un deber de la juventud y, releerlo, un compromiso para la generación adulta, un volver a preguntarse sobre el destino argentino. En nuestra sociedad de hoy, plena de angustias e incertidumbres, la relectura de páginas de un espíritu superior permite meditar sobre el sentido profundo de la historia argentina”.
Enterado Alberdi de la derrota de Juan Manuel de Rosas y la victoria de Justo José de Urquiza en la batalla de Monte Caseros antes de abandonar el barco que lo llevara exiliado a Valparaíso (Chile) junto a Juan María Gutiérrez, decide comenzar a escribir un libro donde volcaría su ideario político. Lo hace en su quinta de la calle Las Delicias. Corría 1852.
Basándose en los ideales de los hombres de Mayo, Alberdi vuelca en Las Bases los conceptos elaborados por Montesquieu o Rousseau en cuanto a las ideas políticas, Lerminier en filosofía de la historia, Savigny en filosofía del derecho y Tocqueville y Story en doctrinas constitucionales norteamericanas.
La primera edición de las Bases data de mayo de 1852. Fue titulada “Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Arjentina; derivadas de la lei que preside el desarrollo de la civilización en América del Sud, por Juan Bautista Alberdi, abogado en Chile y Montevideo” (sic); es impresa en los talleres gráficos del periódico El Mercurio y editada por sus propietarios Santos Tornero y Cía., con fecha mayo de 1852. Contiene veintiocho capítulos y ciento ochenta y tres páginas precedidas por un prefacio datado el 1 de mayo de 1852 (poco más de dos meses después de haber comenzado a ser redactado por su autor). Allí Alberdi expresa que “el espacio es corto y la materia vasta. Seré necesariamente incompleto, pero habré conseguido mi propósito si consiguiese llevar las miradas de los estadistas de Sud América hacia ciertos fines y horizontes, en que lo demás será obra del estudio y del tiempo”.
Uno de los primeros ejemplares es enviado a Urquiza quien ordenó una nueva impresión para distribuirla en las provincias. La tercera edición estuvo concluida a fines de 1852 a cargo de la Imprenta Argentina de Buenos Aires mientras que de la Imprenta del Estado de la provincia de Corrientes surgió la cuarta edición al año siguiente.
La segunda edición contiene una Advertencia del autor, fechada el 31 de agosto. Agrega al título de la primera edición: “Bases y puntos de partida (…) el desarrollo de la civilización de la América del Sud y el tratado del litoral del 4 de enero de 1839 (…) Segunda edición; correjida; aumentada en muchos párrafos y un proyecto de constitución concebido según las base propuestas por el autor”.
Realiza aclaraciones y subraya los errores cometidos por las constituciones unitarias de 1819 y 1826. Además agrega como apéndice un proyecto de Constitución que “es la realización práctica de las bases contenidas en mi libro y a la cual sirven de prefacio, de análisis, y comentario el párrafo XXXVII…”. Rechaza los modelos de Chile, Perú y Venezuela, además de los ensayos filosóficos de Francia de 1789. Convencido de que los fines de la constitución deben estar enlazados con las necesidades, resalta los valores de la constitución de los Estados Unidos.
En la misma sección Alberdi señala que el título original era “Medios de libertad, de orden y de engrandecimiento para las Repúblicas Americanas de origen español” pero consideró que podría parecer demasiado pretencioso por lo que optó por el de “Bases…”.
“Preparadas en cuatro meses las dos ediciones en los escasos momentos de ocio y las ocupaciones que me dejan las preocupaciones de mi oficio y escribiendo rapidísimamente, según mi costumbre, lo que pienso despacio, la obra ha salido con los defectos de forma que pertenecen a todas sus hermanas, pero, desnudo de pretensión literaria, mi tranquilidad sería completa, si no fuesen mas que de forma los vacios dimanados de la insuficiencia mas que de la rapidez” (sic), aclara con fecha 31 de agosto de 1852.
Enviado un ejemplar a Sarmiento, en carta fechada el 16 de setiembre, el ilustre sanjuanino elogia la obra escribiéndole: “su Constitución es un monumento. Usted halla que es la realización de las ideas de que me he constituido apóstol. Sea, pero es usted el legislador del buen sentido bajo las formas de la ciencia. Usted y yo, pues, quedamos inexorablemente ligados (…) Su libro, pues, va a ser el decálogo argentino”.
Natalio Botana considera que la obra de Alberdi es “antes que nada un libro de filosofía práctica” del siglo XIX puesto al servicio del Congreso Constituyente que en 1853 escribió y sancionó la Constitución Nacional en la ciudad de Santa Fe, bajo el gobierno provisional de Justo José de Urquiza, el vencedor de Caseros.
Basando su programa estratégico en que la industria y la acumulación de capital transforman el mundo y teniendo en cuenta los conflictos que esas pretensiones conllevan, para Alberdi era necesario incorporar nuevas tierras y nuevos continentes. Con la finalidad de arribar a este punto de partida (concepto que tomó textualmente de Tocqueville, en el primer volumen de De la démocratie en Amérique publicado en 1835), según Botana, Alberdi sintetizó distintas corrientes de pensamiento.
Conceptualmente integran las Bases la tradición liberal del siglo XVIII con la ilustración escocesa y Montesquieu; la interpretación de la historia del liberalismo doctrinario en Francia, la teoría constitucional del federalismo norteamericano y europeo con Alexander Hamilton, Joseph Story y la Constitución de California de 1849 en los Estados Unidos y el proyecto de constitución de Pellegrino Rossi para la Confederación Helvética en 1848. Sumó la experiencia adquirida tras la aprobación de la Constitución chilena de 1833 y los escritos políticos de Esteban Echeverría, a quien Alberdi admiraba.
«He aquí el fin de las constituciones de hoy día: ellas deben propender a organizar y constituir los grandes medios prácticos para sacar a la América emancipada del estado oscuro y subalterno en que se encuentra (…) Esos medios deben figurar a la cabeza de nuestras constituciones. Así como antes colocábamos la independencia, la libertad, el culto, hoy debemos poner la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de fierro, la industria sin trabas, no en lugar de aquellos grandes principios, sino como medios esenciales de conseguir que dejen ellos de ser palabras y se vuelvan realidades (…) Hoy debemos constituirnos, si nos es permitido este lenguaje, para tener población, para tener caminos de fierro, para ver navegables nuestros ríos, para ver opulentos y ricos nuestros estados». En definitiva: gobernar es poblar.
Republicano, Alberdi considera que el proceso para arribar a una forma de gobierno consiste en «elevar nuestros pueblos a la altura de la forma de gobierno que nos ha impuesto la necesidad; en darles la aptitud que les falta para ser republicanos; en hacerlos dignos de la república, que hemos proclamado, que no podemos practicar hoy ni tampoco abandonar; en mejorar el gobierno por la mejora de los gobernados; en mejorar la sociedad para obtener la mejora del poder, que es su expresión y resultado directo».
Según Alberdi es la ley federal de la república, es decir la Constitución Nacional, la forma de resolver las diferencias entre unitarios y federales. Consolidar la unidad nacional a través de la conformación de gobiernos provinciales.
Entre la primera y segunda edición de Las Bases, Alberdi manifiesta un cambio de opinión con respecto a la determinación de la capital de la república. Si bien en la primera había optado por Buenos Aires, en la segunda recomendaba instalarla en otro punto del país. Influenciado en primer lugar por el gobierno de Rivadavia durante la década de 1920, y por la suma del poder público ejercido por Rosas luego.
A pesar de haber contemplado la posibilidad de incluir algún rasgo monárquico a la forma de gobierno, el artículo 2 del proyecto de constitución de Alberdi definía que «el gobierno de la República es democrático, representativo federal». El Congreso Constituyente de 1853 decidió estipular que «La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, según lo establece la presente Constitución».
Para Alberdi la democracia «más que una forma, es la esencia misma del gobierno». En este sentido, Botana agrega que, según la perspectiva de una teoría muy difundida en el siglo XIX, en particular en Francia, la democracia, más que una forma específica de gobierno, era sinónimo de un tipo de sociedad en el cual predominan sentimientos de igualdad y de ascenso individual. “Según el programa alberdiano, la inmigración y una generosa declaración de derechos civiles bastaban para alcanzar esas metas en un futuro cercano. La democracia era pues un proyecto social porque sin cambios profundos en la sociedad, ese decrépito agregado de individuos y estamentos, prisionero de viejas conductas oligárquicas y guerreras, terminaría destruyendo en el plano político los ideales democráticos del reconocimiento mutuo entre ciudadanos iguales. El cambio democrático debía entonces ser gradual. De lo social a lo político y no a la inversa”.
Expresa Alberdi que “el fin de la revolución estará salvado con establecer el origen democrático y representativo del poder y su carácter constitucional y responsable y todo el éxito del sistema republicano en países como los nuestros depende del sistema electoral». En las Bases instituía el sufragio universal “purificado” por el “sistema de elección doble y triple”: ciudadanos que votaban electores y electores que votaban representantes.
Botana concluye diciendo que “en estos comienzos del siglo XXI y a doscientos años del nacimiento de Alberdi, resulta curioso y hasta conmovedor observar cómo en cada párrafo de las Bases… late la esperanza de modificar las resistencias de la realidad por medio del arte de la escritura, mezcla obsesiva, en quienes lo practicaban por aquella época, de explicación y persuasión. En buena medida, este libro es el reflejo de esa búsqueda del buen gobierno republicano. Más allá del fárrago de violencias, fracasos y feroces invectivas recíprocas en que se embarcaron Alberdi y muchos compañeros de su generación, tal vez esa intencionalidad primigenia se mantenga de pie”.
En 1873 Alberdi escribe desde París: “Como se pone bajo mi nombre, a cada paso, la máxima de mi libro Bases, de que en América ´gobernar es poblar´ estoy obligado a explicarla (…) Gobernar es poblar en el sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente como ha sucedido en Estados Unidos”
Fuentes:
-Natalio R. Botana. Alberdi, el escritor de la República (Prólogo a «Bases y punto de partida…», de Juan Bautista Alberdi. Buenos Aires Ciudad-Emecé, 2010). Revista Ñ del diario Clarín, 4 de septiembre de 2010.
-Juan Bautista Alberdi. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Edición conmemorativa de su 150 aniversario. Introducción de Jorge A. Aja Espil, presidente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Librería Histórica, Buenos Aires, 2002.