En oportunidad de visitar esta ciudad hace algunos años, el prestigioso periodista Jorge Ignacio Covarrubias hizo referencia al papel del periodismo ante situaciones que, en ciudades turísticas como la nuestra, podrían afectar el ingreso de visitantes.
El periodismo, expresa, “tiene la función y la obligación de decir la verdad. Cuando lo hace –caiga quien caiga- está cumpliendo su obligación. Pero también, a causa de ese mismo compromiso con la verdad, como es el caso del periodista que no se casa con nadie, decir la verdad le puede acarrear una serie de consecuencias adversas que van desde el disgusto hasta el caso extremo de la muerte (…), pasando por toda la gama de la censura, del repudio, el insulto, la amenaza o el ataque”.
“Cuidado con el tiburón. El ejercicio del periodismo en momentos de crisis comunitarias”. Jorge Ignacio Covarrubias
(Extracto)
Luego de presentar el argumento de la película protagonizada por Roy Scheider, Covarrubias apreciaba que “muchas veces se plantean crisis comunitarias que las autoridades y otros poderes prefieren encubrir o acallar en defensa de distintos intereses. A veces esos intereses son más o menos exclusivos de un grupo, y otras, son más generalizados. Pero en definitiva, ante la presencia de una amenaza ecológica, sanitaria, natural o artificial, muchas veces los centros de autoridad y poder actúan como los villanos de la película y en el mejor de los casos su actitud parece querer decirnos airadamente ¿de qué tiburón me habla?
“La naturaleza es una caja de sorpresas. Menos previsibles y controlables que los fenómenos físicos, los fenómenos naturales nos suelen plantear amenazas súbitas que requieren nuestra acción inmediata. Por otra parte, la acción del ser humano sobre la naturaleza intensifica la posibilidad de peligros: la química es una caja de Pandora que puede abrir las puertas a las consecuencias más insospechadas. Pero ya se trate de una enfermedad natural que las autoridades no quieren difundir para no amenazar el turismo, o de una contaminación tóxica que los culpables quieren ocultar para eludir su responsabilidad, muchas veces las autoridades, las fuerzas vivas, la industria, el comercio y otros interesados, aunque se atisbe en el horizonte la aleta amenazante, se empeñan en negar la existencia del tiburón.
“Claro está que entre aquellos y la comunidad hay una voz responsable, una voz que cuando cumple cabalmente su cometido se encarga de levantar el velo del misterio, el manto del secreto, la conspiración del silencio, el encubrimiento flagrante para señalar -a riesgo de que le corten la cabeza-: señores, aquí está el tiburón. Esa voz es la del periodismo.
“El periodismo tiene la función y la obligación de decir la verdad. Cuando lo hace –caiga quien caiga- está cumpliendo su obligación. Pero también, a causa de ese mismo compromiso con la verdad, como es el caso del periodista que no se casa con nadie, decir la verdad le puede acarrear una serie de consecuencias adversas que van desde el disgusto hasta el caso extremo de la muerte (…), pasando por toda la gama de la censura, del repudio, el insulto, la amenaza o el ataque.
“El periodismo es reflejo de la sociedad en que se desenvuelve. En algunas sociedades conflictivas indigna a los de arriba porque dice lo que no quieren que se sepa. En otras sociedades más estables, irrita a los de abajo que se quejan de que sólo les proporciona malas noticias. En definitiva, el que siempre parece quedar mal parado es el mensajero, independientemente del mensaje (…)
“Jay Rosen, periodista y profesor en la New York University, impulsor de una nueva corriente en el periodismo norteamericano, afirma que ´en toda comunidad… hay historias inquietantes y depresivas que contar. Si la prensa no se compromete a revelarlas, merece desaparecer´.
“Joann Byrd, ex directora ejecutiva del Herald de Everett, Washington, y ombudsman del Washington Post, afirma que la noticia ´no es lo que conviene a la gente que cree que un periodismo justo es un pedazo de torta más suculento para su propio interés o posición. El juicio de lo que es noticioso no sirve a individuos, fuentes ni grupos, sino al público en general´.
Dirigiéndose al auditorio local, Covarrubias preguntaba: “si alguno entre el público aquí presente es funcionario de turismo, dueño o empleado de un hotel, de un comercio o de una agencia de servicios y viene un periodista y les dice: cuidado, aquí está el tiburón, y ustedes saben que el tiburón les puede restar clientes pero también dañar a la comunidad, ¿cuál será su actitud como público responsable? ¿Atacar a la prensa o atacar al tiburón? Si alguien alienta alguna duda sobre la alternativa que nos hace elegir entre el interés propio y el interés comunitario, entre la ventaja de ahora para unos pocos o la ventaja de muchos para el futuro, consideren qué cuenta le rendirán a corazón abierto a un hijo adolescente, que todavía mantiene la ilusión del idealismo, si un día quiere saber cuál fue la elección en el caso particular de cada uno de ustedes si es que alguna vez tuvieron la responsabilidad –y el privilegio- de enfrentar un dilema moral”.
El público –señalaba entonces-, “al igual que el periodista, tiene su responsabilidad. Si el periodista es reflejo de la sociedad, el público tiene la misión de decidir qué periodismo quiere. Si pretende un periodismo sumiso, que se incline ante los dictados del poder o del dinero, o si pretende un periodismo notarial, que se limite a transcribir lo que le indiquen; entonces el periodismo no tiene razón de ser.
“(…) la realidad tiene muchas caras y el periodismo tiene la obligación de reflejarlas todas, en aras de la verdad y en bien del público, aún de ese mismo público que se resiente cuando cree que ataca sus intereses inmediatos y no advierte que está defendiendo sus intereses más amplios”.
La imagen negativa que parte del público tiene sobre los periodistas, continuaba Covarrubias, “ha dado lugar a un riquísimo debate en el periodismo estadounidense que ha llevado a algunos colegas a abrazar lo que llaman ´periodismo público´ o ´periodismo cívico´ y que busca ir mas allá de limitarse a comunicar informaciones para pasar al terreno de las soluciones.
Rosen, en su libro “Las conexiones adecuadas: el periodismo público y las tribulaciones en la prensa”, traza una línea “que podría sintetizarse en tres pasos graduales: primero el periodismo cívico invita a la gente a convertirse en un público, luego mueve a los observadores desinteresados a trasmutarse en ciudadanos y, finalmente, busca que los espectadores se transformen en participantes.
“El periodismo público –prosigue citando- exhorta a la prensa a que ayude a revivir la vida cívica y mejore el diálogo público. Y agrega que el periodismo público es tanto un modo de decir como de hacer, y que, además de comunicar información debe ayudar a que la gente actúe en base a dicha información”.
Aunque la propuesta cuenta con adhesiones, Covarrubias menciona que Doug Clifton, director ejecutivo del Miami Herald cree que eso es ir demasiado lejos. “El diario que practica el periodismo público debería ser capaz de ayudar. No dictando soluciones sino facilitando un discurso amplio sobre la cuestión, alentando a la participación de los ciudadanos, delineando y evaluando los cursos de acción disponibles.
“Personalmente –decía el autor del Manual de Técnicas de Redacción Periodística publicado por The Associated Press en 1996- objeto la posición de los activistas que se convierten ellos mismos en noticia, en productores de hechos, que luego informan. (…) pero tampoco creo que el periodismo tenga que callarse sus opiniones. Después de todo, el periodismo tradicional siempre ha tenido en esa tribuna de doctrina que es su línea editorial una fuente de exhortaciones a mejorar la sociedad.
Robert Steele dice reconocer que un periodista o una organización noticiosa puede desempeñar los distintos papeles en distintos grados según las circunstancias. El periodista de un diario podría ejercer como reportero independiente al informar sobre problemas de tránsito, como consejero ante las irregularidades de un organismo público y promotor de una agenda en casos como el del tiburón “cuando ninguna otra organización ni dependencia del gobierno responde a una crisis que está poniendo vidas en peligro”. En otras palabras, “que el papel del periodismo iría aumentando en la línea de la observación a la participación para llenar un vacío.
“Lo que el debate sobre el ´periodismo público´ nos enseña es que existe una corriente vigorosa de opinión en el periodismo norteamericano que procura facilitar el discurso, el diálogo y el debate con y entre el público, y servir de catalizador para las soluciones de los problemas en la sociedad”
El expositor concluía diciendo que “la responsabilidad de los periodistas especializados –los ambientales, por ejemplo, de cuya capacitación y especialización dependerá el tratamiento óptimo de temas específicos- consiste en que el público comprenda que la naturaleza es un tesoro al que hay que cuidar y a la vez una fuente de riesgos potenciales de los que hay que cuidarse. Y que cuando aflore uno de esos peligros todos se movilicen conjuntamente, cada uno en la medida de sus posibilidades y responsabilidades, para que el tiburón no se coma al turista desprevenido”.