El ambiente periodístico resulta atrayente por múltiples motivos. Puede parecer que trae aparejado cierto prestigio y resultar un peldaño para acceder a ámbitos de otra manera inaccesibles. Puede aparentar punto de partida para adquirir influencias y recibir beneficios de momentáneos poderosos. Pero el periodismo es mucho más, es el puente que une orillas en beneficio de la información.
La formación adquiere significativa importancia cuando de resultados hablamos. Sin subestimar que, como en cualquier actividad, las acciones estarán ineludiblemente regidas por la condición humana del individuo. Los continuos conocimientos que el periodista va adquiriendo a lo largo de su carrera, a veces superficiales, a veces permanentes, encuentran nido más propicio cuanto más firmes sean las convicciones en lo que al desempeño de la actividad profesional se refiere.
El de la colegiación es un tema discutido y discutible. Porque pondría límites a la libertad de expresión, porque no parece ser igual informar que comunicar. Definiciones en pleno proceso de análisis.
Quienes tenemos el privilegio de ejercer el periodismo nos debemos una pausa en la labor diaria para reflexionar sobre cómo desempeñamos la actividad. Inmersos e íntimamente ligados a la sociedad, sufrimos los mismos males y debemos asumir la responsabilidad que nos cabe.
Salutaciones a “periodistas-pilares de la democracia”, agasajos que suponemos solventados con fondos públicos que bien las autoridades podrían trocar por libre acceso a la información, que es gratis –al menos si hablamos de dinero, y de periodismo en el más estricto sentido del término y la profesión-.
Un día en el que parecen aflorar los mejores conceptos destinados a trabajadores que diariamente pretenden no más que acceder a la información para hacerla conocer. Para trasladarla al lector, al oyente o televidente que, por sobre todo, es ciudadano.
Si los periodistas son pilares de la democracia no es más que porque su labor contribuye a mantener informados a los ciudadanos sobre los actos de gobierno. Públicos y de libre acceso no sólo para la prensa.
Cuarto poder, no porque lo ostente y lo persiga en sí mismo, sino porque representa un control para los tres poderes constituyentes del Estado. La forma republicana de gobierno adoptada por la Nación Argentina sienta las bases para que los ciudadanos exijamos el cumplimiento de la garantía que nos asiste: libre acceso a la información pública.
Obviamente los tiempos y las condiciones laborales han cambiado. Hoy, el periodista no sólo dedica tiempo y esfuerzo a acceder a los datos que transformará en noticia, análisis o comentario; deberá también incursionar en el difícil arte de convencer a posibles auspiciantes.
Invadimos ámbitos de otros profesionales por el sólo hecho de que los medios de comunicación, o mejor, las empresas periodísticas han hallado un método autoredituable.
Planteado así, un periodista no debe poseer atributos propios de un agente publicitario, ni existe en su naturaleza la capacidad de vender su trabajo.
Tampoco podrá garantizar su autonomía y pretendida ecuanimidad cuando deba informar sobre hechos que involucren a sus auspiciantes, sean organismos públicos o empresas privadas.
Las excepciones confirman la regla.
Existen medios de comunicación que mantienen la necesaria distancia entre actividades periodística y comercial, que transitan vías paralelas. Y también periodistas que logran establecer y mantener el límite cuando son obligados a transitar una misma senda.
Convendría recordar que tanto a historiadores como a periodistas corresponde la tarea de registrar hechos. Reclamar “militancia” al periodismo es contrariar su esencia. El periodista es periodista a secas, sin adjetivos. Y si profesara y ejercitara una militancia sería por el periodismo. De lo contrario estaríamos refiriéndonos a un propagandista, a un propalador del accionar de un gobierno, institución o asociación con cuyas ideas comulga. No es impedimento para actuar como difusor pero sí lo es para denominarse periodista.
Obviamente el periodista tiene, producto de su formación integral, creencias e ideas, convicciones propias. Pero debe hacer el esfuerzo, cotidiana y permanentemente, para que permanezcan ajenas a los hechos que comunica. En algunas ocasiones es posible, en otras no puede lograrse. Pero sustancialmente debe plantearse el compromiso, debe inquirir íntimamente si su intención es informar y brindar un panorama lo más íntegro posible de la realidad. La cuestión es si está siendo sincero con el lector, el oyente o el televidente.
¿Quiénes, si no los periodistas, serán los encargados de desentrañar y denunciar irregularidades despojados de intereses particulares y político partidarios?
Muy probablemente esta aseveración podrá ser calificada como idealista. Y puede serlo. Pero como en cualquier otra actividad y profesión el ánimo que debe prevalecer es el de mejorar, optimizar la tarea. En beneficio no sólo del destinatario del mensaje sino también del emisor como persona que es. Es éste quien evaluará en su fuero íntimo si el mensaje responde honestamente a sus convicciones en lo que al ejercicio de la profesión se refiere.
Si pudiera expresar un deseo un día como hoy, sería que como sociedad ya no nos describa ni nos aluda la letra del tango Cambalache, fabulosa pintura social de Enrique Santos Discépolo.
Teresita Méndez